
Iba
yo a mi casa (bueno, en realidad es más del banco que mía), cuando veo en la
televisión de un bar, pues suelo mirar dentro de los bares, no sólo mirar,
también beber, que para eso están, a unos monos vestidos con una camiseta que
reza “España” de color rojo, aunque también los había que lucían otras de color
azul oscuro y con la misma leyenda. Y hacían el mono, es decir, se llevaban las
manos a los sobacos, saltaban, gritaban, emitían ruidos sonoros como
“¡campeones!”, “¡uuuhhh!”, “¡yo soy español, español, español…!”, “¡Vamos a
ganaaaaaaaarrrrr!” (esto último con una expresión de verdadero animal) y otros
del mismo calibre. No entré en ese bar porque las gentes que habían en él
hacían lo mismo que las gentes que salían en la televisión, es decir, el mono
y, la verdad, que tomarse un vino rodeado de monos, pues mira, qué quieres que
te diga, no me apetecía. Pero… ¡Coño! me quedaron ganas de tomarme un vino y me
dije, bueno, si este bar está lleno de monos me voy a otro. Y busqué, y busqué.
Y busqué. Pero no encontré. Bares sí, pero sin monos no. Resulta que todos
estaban llenos de monos y de banderas con los colores rojos y amarillos (lo de
“gualda” lo dejamos para los años cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta…
¡Joder, cuantos años de “gualdas” ¡y seguimos con lo mismo!), en muchos bares
había esas mismas banderas con una marca de una bebida alcohólica en el medio,
que digo yo que no se de qué país es esa bandera, aunque tenga los colores de
una bandera que dicen ser española, ahora resulta que en medio tiene una marca
de un güisqui que se fabrica en la provincia de Segovia. También había banderas
con los mismos colores, el rojo y el amarillo, si bien decir “gualda” ahora
mismo no queda muy lejos de los años cuarenta, cincuenta…, con un toro dentro,
un toro también de una marca alcohólica muy conocida, por ahí, por el sur de la
península ibérica. Resulta que exhibir la bandera con tres colores: el rojo, el
amarillo (¿también “gualda”?) y el morado, delante de un señor que, con el
tiempo, será el jefe del estado español, es un delito, pero exhibir una bandera
bicolor (rojo, amarillo-“gualda”, rojo) con un toro o con unas letras que
remiten a una marca de güisqui segoviano no es delito.
¡Quanta
hipocresía!
Mira
por donde resulta que España es un país en el que el güisqui y los toros son
identificativos de dicho país. O sea, que el vino, el orujo u otro aguardiente,
las ovejas merinas, las mulas, los burros (¿alguien se acuerda ahora de
Platero?) y un larguísimo etcétera, no son propios de este país. Este país, que
está pasando por una crisis brutal provocada por otros monos más refinados que
se mantienen en el anonimato pero que todos sabemos quiénes son, que estamos
pagando las personas de a pie (que no hemos contribuido para nada en la
gestación de la crisis) con la subida del IVA, del Metro, del Autobús, del gas,
de la luz, del pan, de la leche, de los huevos… y la bajada del salario, la
subida del paro, los contratos de esclavos… Eso sí, tenemos fútbol y además, dicen, gana esa selección del toro y el güisqui. ¡Somos felices! Resulta que ese país se identifica
con una marca de güisqui o un toro. Mira, lo del güisqui me da igual, lo del
toro no.

Este
pobre animal, criado para sufrir que, cuando le toca el turno sale a un ruedo
donde otros monos le silban, le insultan y, si ha sido “bueno”, le aplauden
después de pincharle, banderillearle, estocarle y, si se resiste, apuñalarle
mientras los monos chillan, fuman, beben. Este pobre animal, dicen, es el
símbolo de esa España retrógrada, simiesca y salvaje. ¡Maldito Hemingway!
Y
pregunté, ¿qué pasa? ¡Qué juega la roja! Me dijeron. ¡Hostia! Pensé yo, han
venido los rojos. La verdad es que si son los mismos que gobernaron durante los
veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta, ochenta (¡Joder!
¡Cuantos años de capitalismo salvaje de estado!), en aquel país que llamaban "soviético", estamos perdidos. Pero no, un
mono medio inteligente me dijo que “la roja” era la selección española de fútbol.
¡Acabáramos! ¡Es que hay fútbol! Claro, güisqui, toros y fútbol, la trilogía
del mono.
Y
me quedé sin entrar en un bar.